Lo vieron pasar como una ráfaga. Parecía que nada frenaría su desesperada carrera, excepto aquel inoportuno poste contra el cual fue a estrellarse.
Más de cinco personas, entre sorprendidas y asustadas, corrieron a auxiliarlo, pero él rechazó cualquier intento con sus brazos heridos. Aunque tambaleaba, era evidente que le urgía escapar de algo, no sabían de qué. Fue entonces que no pudo más y estalló en llanto. El cuerpo poco a poco se le fue venciendo hasta caer de rodillas, derrumbado totalmente por algún enorme pesar.
Acabó en posición fetal y balanceándose como un niño que intenta arrullarse a sí mismo. Musitaba entre sollozos: “quiero volver a la vida, pues su silencio me está desangrando”. Sin embargo, tenía toda la actitud de derrota.
No pasaron ni diez minutos cuando una legión de seres amorfos y alados le dio alcance al fugitivo.
De sobra está decir que nunca se volvió a hablar de aquel desliz que tuvo el diablo, incluso algunos ya lo olvidaron. (Escrito por Tessy Cifuentes)