Deseo por doquier

Hoy en día es tan fácil caer en las garras de oportunistas que roban nuestras verdaderas riquezas y todo por no saber con claridad qué es lo que deseamos.

Asomarnos en nuestro interior se vuelve un lujo. Siempre hay prisas, trabajos pendientes, miedos, monotonía, autocrítica severa… Conductas que, de tan rutinarias, oprimen y se convierten en pretextos para que otros dicten nuestros deseos.

¿Queremos ser felices? Busquemos entonces escribir nuestra propia historia. Persigamos nuestros propios anhelos. Vivamos libres, auténticos y en paz. Que no cualquiera llegue y nos venda humo.

Me encontré este cortometraje que me dejó pensando en todo ello. Se los comparto 😉

En la calma

Cuerpo, alma y corazón deseosos de paz. Así es como llegué a ese paraje. Desde el sendero que me llevó hasta ahí, hice un rápido reconocimiento para elegir el lugar en el cual quería reposar. No tardé mucho en decidirme por el muelle donde aguardaban dos pequeños botes de remos.

Me fui acercando lentamente, casi sin hacer ruido. No quería perturbar la armonía de aquel espacio en calma. El crujir de la madera hizo evidente mi llegada a un martín pescador que descansaba. Extendió sus alas y voló. Agregó, con la iridiscencia de su plumaje, una pincelada más al azul del cielo.

¡Ah, qué cielo! Moteado con el blanco de las nubes y detrás de ellas una explosión de sol que terminaba esparcido sobre las tranquilas aguas del lago. Todo un estallido de luz.

Pero no fue más que un sueño que la insolencia del timbre del teléfono aturdió por completo. Imposible darle continuidad.

Alma en primavera

 ¿Qué pasaría si pudiera convertirme en pincelada? Seguramente habitaría alguno de los cuadros de Claude Monet. Plasmaría la mirada del ahora y lo bañaría de luz, esa misma que lo intuye todo, la que revela, la que unifica, la que transforma. La vida moviéndose a través de la luz, palpitando juntas.

Mi alma se inundaría de los tonos azules y de los lilas ¡cuánta serenidad alrededor mío! Y no sabría qué tanto respirar en los verdes y amarillos o qué tanto ser viento juguetón a través de ellos. Cada poro de mi piel transpirando colorida armonía.

De los dorados rayos del sol, haría lluvia de lentejuelas dispuestas a descansar en la placidez del agua. Y las flores… las flores serían el poema en el cual se desbordara mi regocijo: alma en primavera.

Danzaría por todo el jardín y salpicaría un poco del agua que circunda los nenúfares; su espontaneidad sorprendida por la mía. Después, como un juego sin prisas, dejaría que un puñado de sueños se descolgara del puente en aquel jardín en Giverny.

Definitivamente, tendría que ser un Monet.

Allende la luz

Me pregunto qué pasaría si por un momento, no importa cuán breve, el alma viajara allende la luz brinca a borbotones.

Habría mañanas revestidas de esperanza; el miedo a la incertidumbre desaparecería; la oscuridad sería un amigo más en el viaje.

Si tan sólo el alma quisiera…