No quedaba nada del palimpsesto. Ni por palingenesia podríamos recuperarlo. Todos nosotros paliqueábamos para encontrar algún modo alrededor de una mesa de palisandro. “Esto es una pampirolada, una pampringada. Parecemos pancraciastas de la necedad. Montémonos en un pangaré y larguémonos de aquí”, espetó el más joven del grupo
……………………………
De piel esquistosa, mirada esquiva y un tanto esquizofrénica. Le gusta atar con estacha el estafiate y la estafisagria, porque según él hacen buena mezcla para el té que cure su estangurria. Es un estanquero estantiguo, que sufre de esteatopigia severa. De voz estentórea y mente estólida. Pero eso sí, de cantar simpático, como un estornino.
……………………………
Papel vergé verdoso donde escribes con verbos vergonzosos las verdades de ese verraco verriondo, vestiglo veteado de tus pesadillas en la vejez.
_________________________________________________________________
Sí, adivinaron. Estoy leyendo nuevamente Rayuela de Julio Cortázar. Me he concedido unos momentos de descanso (recreo, si queremos usar términos escolares de la infancia) y he salido a jugar con la pluma y el papel dejando que el azar se asome a mi cementerio. Qué otra cosa podría ocurrírseme ¿verdad?
Por si alguien no ha leído esta novela, en el capítulo 41 descubrimos que los juegos en el cementerio se refieren al diccionario de la Real Academia Española. El mío, por cierto, ya está muy destartalado con tanto uso. Incluiré uno en mi próxima carta a los Reyes Magos, jeje.