No sé cómo es que decidí hacer una pausa tan grande, no lo sé. Sé qué la propició y, de algún modo, sé que fue un acto de rebeldía como respuesta a ese acontecimiento. No estoy segura de si rebeldía es la palabra que mejor lo describe, basta con saber que mi decisión fue enmudecer… o partir . Y creo que me alejé lo suficiente.
Crucé desiertos; viajé anónima. Me hice de nuevos silencios y escuché otras voces para no regresar con las manos vacías.
No recuerdo cuántas lunas acompañaron mi silencio, ni cuántos soles entibiaron mi cabeza y mi corazón. No los iba contando.
No sé qué viernes o qué lunes ya quería traerme de vuelta. Y heme aquí.
A veces, las penas que nos alejan siguen ahí; ahora hay que mirarlas con otros ojos. Al menos, yo así voy a mirarlas. Tal vez ya tocaron todo lo que debían haber tocado y ahora buscan acomodo entre todas las cosas vistas y oídas durante la ausencia, entre las nuevas ocupaciones y los nuevos deseos.
Regresé porque, de pronto, todo me pareció extraño; porque el mañana se asomaba todos los días a alborotar mis ideas y mis conformismos. Y aquí estoy, caminando de nuevo lentamente.
Es probable que también me haya hecho regresar el miedo a no reconocerme.
Crédito de la fotografía:
dell’Orologio (detalle)
Fotografía de kukudrulu