No lo sé

Sin título

No sé cómo es que decidí hacer una pausa tan grande, no lo sé. Sé qué la propició y, de algún modo, sé que fue un acto de rebeldía como respuesta a ese acontecimiento. No estoy segura de si rebeldía es la palabra que mejor lo describe, basta con saber que mi decisión fue enmudecer… o partir . Y creo que me alejé lo suficiente.

Crucé desiertos; viajé anónima. Me hice de nuevos silencios y escuché otras voces para no regresar con las manos vacías.

No recuerdo cuántas lunas acompañaron mi silencio, ni cuántos soles entibiaron mi cabeza y mi corazón. No los iba contando.

No sé qué viernes o qué lunes ya quería traerme de vuelta. Y heme aquí.

A veces, las penas que nos alejan siguen ahí; ahora hay que mirarlas con otros ojos. Al menos, yo así voy a mirarlas. Tal vez ya tocaron todo lo que debían haber tocado y ahora buscan acomodo entre todas las cosas vistas y oídas durante la ausencia, entre las nuevas ocupaciones y los nuevos deseos.

Regresé porque, de pronto, todo me pareció extraño; porque el mañana se asomaba todos los días a alborotar mis ideas y mis conformismos. Y aquí estoy, caminando de nuevo lentamente.

Es probable que también me haya hecho regresar el miedo a  no reconocerme.


Crédito de la fotografía:
dell’Orologio (detalle)
Fotografía de kukudrulu

 

Nuevos significados

Quería pasar las vacaciones de invierno disfrutando de la calma y el silencio y hasta me programé para que los compromisos sociales no dieran al traste con este anhelo. Sin más ni más,  alguien decidió destruir las dos casas contiguas a mi edificio para construir sepa Dios qué cosa. Adiós silencio, adiós calma. Y de paso, adiós muebles libres de polvo.

Y yo que me alejé de los centros comerciales y del tráfico citadino para ahorrarme el estrés que me producen los tumultos, más si toda esa gente lleva consigo cualquier cosa (superficialidad, por ejemplo) excepto espíritu navideño. Quise poner distancia con el ruido, con el mucho ruido, y me agazapó justo al lado del hogar.

Y aquí estoy viendo qué hacer con el deseo frustrado.

Respiro hondo. Me preparo una taza de té. Ni siquiera intento poner música, sería imposible escucharla; barullo nada más.

Intento no encresparme, en verdad que lo intento. Algo provechoso puede salir de todo esto. Logro finalmente un rato de meditación. No todo está perdido. Consigo mirar más allá.

¿Y si esta irrupción trajera aunque sea una pizca para reflexionar? A final de cuentas, fue un año ruidoso. Tal vez yo tenga que deconstruir algo. Eso sí, no creo que con la misma prisa con la que trabajan al lado.    24 de diciembre es día de trabajo para ellos, tristemente.

Oigo los fuertes golpes, su furia; los cristales romperse; lo que es metálico retumbar. En ratos se oye caer algo con gran estruendo. Por muy sólidas que sean esas casas, los trabajadores van encontrado puntos débiles. Es probable que no haya sido difícil hallarlos.

Vuelvo la mirada y el oído hacia mí. Todavía no escucho el estrépito en mi interior; aún es demasiado pronto. Sin embargo, sí hay una especie de escalofrío tras el primer mazazo. Estos serán días para pensar en lo que quiero edificar. En esta Navidad, el verbo nacer traerá nuevos significados. El día ya tiene otro color.

Avatar-para-el-blog

No más jungla, pensando en mis propósitos para Año Nuevo

En algunos momentos he deseado tener a la mano una varita mágica para desaparecer unos cuantos de los automóviles que circulan mientras yo orbito, montada en mi nave, por los distintos rumbos de esta caótica ciudad. Ante el disparatado aumento de vehículos en tránsito, hoy entiendo que sería mil veces más fácil mudarme al interior de una nuez.

Pocas cosas me logran poner de pésimo humor. El tráfico es la número uno. Indiscutible. Y si no me creen pregúntenle a mi hijo que lleva ya algunos años escuchando mis mentadas de madre. Si me contuve durante la mayor parte de su niñez fue porque no quería que él se expresara de modos groseros. Una vez que aprendió, con sus compañeros del colegio, la versión corregida y aumentada del lenguaje soez que yo conocía hasta ese entonces, ya no era necesario fingir por más tiempo. Así que llegó el tan ansiado día de expresarme con soltura ante la increíble capacidad de algunos para hacer desafiantes maniobras con sus coches, como si se tratase de una sesión alocada de ejercicios dentro de una esfera para hamsters (aunque casi podría jurar que esos tiernos roedores son mucho más civilizados).

El problema vendría después cuando la refinada imagen que mi hijo tenía de mí -esa de Lady Di al estilo chichimeca-  se hacía humo mientras yo echaba chispas. Todavía recuerdo su rostro lleno de asombro.  Puede ser que, hasta cierto punto, le hayan parecido graciosos mis embrutecidos enojos. Pero sólo habrá sido cosa de un año. Ahora le aterra la sola idea de que alguno de esos chimpancés motorizados decida agarrarme a platanazos en respuesta a mi osadía.

Es por eso que se hace urgente y necesario que incluya en mi lista de propósitos para el 2014 un cambio de actitud. Llevo ya 4,352 intentos sin éxito alguno. No obstante, seguiré tratando. Digo, tampoco es que mi sino deba parecerse al del Pato Lucas ¿verdad? Si vemos que llega el mes de marzo y no lo consigo,  me mudo a una nuez.

Avatar-para-el-blog

Deseo por doquier

Hoy en día es tan fácil caer en las garras de oportunistas que roban nuestras verdaderas riquezas y todo por no saber con claridad qué es lo que deseamos.

Asomarnos en nuestro interior se vuelve un lujo. Siempre hay prisas, trabajos pendientes, miedos, monotonía, autocrítica severa… Conductas que, de tan rutinarias, oprimen y se convierten en pretextos para que otros dicten nuestros deseos.

¿Queremos ser felices? Busquemos entonces escribir nuestra propia historia. Persigamos nuestros propios anhelos. Vivamos libres, auténticos y en paz. Que no cualquiera llegue y nos venda humo.

Me encontré este cortometraje que me dejó pensando en todo ello. Se los comparto 😉