Alma en primavera

 ¿Qué pasaría si pudiera convertirme en pincelada? Seguramente habitaría alguno de los cuadros de Claude Monet. Plasmaría la mirada del ahora y lo bañaría de luz, esa misma que lo intuye todo, la que revela, la que unifica, la que transforma. La vida moviéndose a través de la luz, palpitando juntas.

Mi alma se inundaría de los tonos azules y de los lilas ¡cuánta serenidad alrededor mío! Y no sabría qué tanto respirar en los verdes y amarillos o qué tanto ser viento juguetón a través de ellos. Cada poro de mi piel transpirando colorida armonía.

De los dorados rayos del sol, haría lluvia de lentejuelas dispuestas a descansar en la placidez del agua. Y las flores… las flores serían el poema en el cual se desbordara mi regocijo: alma en primavera.

Danzaría por todo el jardín y salpicaría un poco del agua que circunda los nenúfares; su espontaneidad sorprendida por la mía. Después, como un juego sin prisas, dejaría que un puñado de sueños se descolgara del puente en aquel jardín en Giverny.

Definitivamente, tendría que ser un Monet.